Hablemos sobre erotismo

Ahora, según los libros, las mujeres también deseamos

Ahora, según los libros, las mujeres también deseamos

Este año me propuse hacer una curaduría de mis lecturas: solo leí libros escritos por mujeres. Y procuré que fueran mujeres latinoamericanas, aunque con eso no fui tan exigente. Aquí dejo algunas ideas al respecto:

  • Leí a 11 escritoras que no había leído antes y de las que varias no tenía siquiera conciencia de su existir. 
Estos son sus nombres y los títulos que elegí: Lorena Salazar Masso (Esta herida llena de peces), Laura Ortiz (Sofoco), Verónica Gerber Bicecci (Conjunto vacío), Betty Martin (The art of receving and giving: the wheel of consent), Arelis Uribe Caro (Quiltras), Laura Acero (Paramera), Annie Ernaux (Pura pasión, Memoria de Chica), Chimamanda Ngozi Adichie (Algo alrededor de tu cuello, El peligro de la historia única), Amalialú Posso Figueroa (Mido mi cuarta y me paro en ella) y Vanessa Rosales Altamar (Mujer incómoda).
  • No puedo explicar lo mucho que cambió mi forma de abordar, sobre todo, mi deseo por la escritura íntima, que siempre ha existido pero nunca ha logrado tener más fuerza que mi miedo de parecer frágil o demasiado “deseante”. También de la escritura cruda, y, sobre todo, cambió mi forma de pensar la escritura compleja, que antes la veía como una forma de maquillaje ampuloso de ideas y que hoy, gracias a Vanessa Rosales Altamar, lo veo como una decisión política de peso.
  • En mi discurso interno he apelado a la accesibilidad en el lenguaje y las formas de contar historias como una especie de amabilidad con los y las lectoras. (En parte por una dificultad propia de acceder a lo complejo -no sé si por mi poca resistencia de la atención, o por una sensación de insuficiencia que me dejó el leer algunas cositas de Mereau-Ponty, Husserl y Heidegger en la universidad-). Pero esa “amabilidad” nunca antes la había visto como lo que posiblemente es en mi caso, que es una mezcla de servilidad y condescendencia. Y no solo en la escritura sino en la lectura también. Casi renuncio a “Mujer incómoda” de Vanessa Rosales Altamar –que todavía no termino– en las primeras páginas antes de imaginarme que posiblemente ese era el propósito: el hacer un libro para explicar, complejizando tanto en la forma como en el contenido, lo que es ser una mujer –situada donde ella se sitúa–. Y entonces cambió por completo mi justificación por las lecturas “simples y accesibles” y me puso en problemas serios. En otras palabras, “me incomodó”. 
  • Sin quererlo yo, y sin que se lo imaginara mi dealer de libros, hay una cosa en común en la mayoría de los títulos que elegimos este año: la mujer como sujeto que desea y no solo como objeto deseado. No es casualidad. Estas son las otras historias del deseo: las que escriben las mujeres. Ya no solo somos –según lo que cuentan los libros– las musas que inspiran, objetos observados. Somos también observadoras, sujetos deseantes, sujetos sexualizantes y no solo sexualizados. Las mujeres ahora –según los libros– también nos masturbamos, también nos queremos divorciar, escribir libros, entender el mundo, nos aburrimos y somos sujetos políticos. Las mujeres ahora –según los libros– sabemos de las diferentes capas de nuestra vulva –o susuné– y deseamos y no deseamos hijos. Las mujeres ahora –según los libros– decidimos sobre nuestros cuerpos. Y ahora –según los libros– no solo padecemos de histeria, sino también de injusticia, de disgusto por la vida asignada, de infelicidad. Ahora –según los libros– no nos casamos por elección. Todo esto no es que no lo hayamos sido o hecho antes, sino que ahora los libros lo cuentan porque ahora los libros también los escribimos las mujeres. Estas otras historias del deseo siempre han existido pero no siempre las hemos leído. Este año lo hice yo y ojalá lo haga también el resto del mundo con mucha más disciplina.
  • Mi curaduría para el próximo año quizá sea de escritoras y escritores vivos. Aún tengo bastantes libros que compré bajo la curaduría del 2022 y por fortuna la mayoría son mujeres vivas. Me gusta pensar que lo que hay por aprender de la castidad temporal o permanente no es tanto la prohibición como tal sino lo que surge con la prohibición. Y creo que una auto-curaduría de libros por año es una buena forma de hacerlo.
Anterior
Sobre dos virginidades: de coño y de publicar un libro
Próximo
Así nace WETCARLOTA: un emprendimiento en el sector de lo erótico

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada

Productos que viste hace un momento